Aunque le ha costado un terrible esfuerzo, ha
logrado levantarse temprano. Sigue acusando el cambio de hora y la crisis de
ansiedad del día anterior. Siente su cuerpo, sus articulaciones, de goma derretida
y pesada.
Pero se empuja, se obliga, se arrastra hasta el
cuarto de baño para ducharse con agua templada y al final, respirar
profundamente y girar la llave hasta que el agua sale fría, helada. Tanto que
duele.
Grita, se queja, llora, moquea, maldice… y cierra
rápido la llave del agua, con los ojos cerrados busca la toalla y se cubre todo
el cuerpo…
Muerta de frío se pregunta cómo pueden algunas
personas bañarse en invierno en agua de mar, en lagos helados o ducharse con
agua fría justo como acaba de hacer ella.
Cuando por fin recupera el tacto en los dedos
empieza a vestirse y se prepara para el desayuno.
Es la primera en entrar en la cocina. Inés dejó todo
preparado antes de irse a casa. Así que decide que ha llegado el momento de
seguir con su vuelta a la normalidad.
Y el primer paso será preparar el desayuno para el
resto de la comunidad.
Poco a poco la casa se llena de sonidos conocidos.
Poco a poco todos aparecen en la cocina y se mueven con delicadeza entre las
sillas, la mesa, la nevera… cubiertos, platos, vasos, tazas…olor a pan tostado,
botes de mermelada que se abren… aroma de fresa y melocotón…café recién
hecho…cacao…risas, muchas risas y carcajadas y planes y algún bostezo
disimulado… Cuando todo acaba de nuevo, manos solicitas recogen lo utilizado y
ordenan la cocina.
El dueño de la pensión antes de dejar la mesa, le pregunta
si está ocupada. Le gustaría que le acompañase a llevar a Natalia al colegio.
Aprovechando que tiene el día libre… quiere comentarle una cosa.
El trayecto en coche es agradable y animado. Alicia
no deja de hablar, de contar chistes y de cantar.
Al llegar a la puerta del colegio, casi olvida despedirse,
porque un grupo de niñas la esperan en la entrada.
Él sonríe, pone de nuevo en marcha el coche y le
dice que quiere llevarla a un lugar que seguro le gustará. Después de media
hora llegan al paraíso, que está en las afueras de la ciudad al final de una
curva.
Cuando salen del coche, la guía hasta un mirador
desde el que se divisa un paisaje espectacular.
Se sientan en un banco y durante unos minutos
permanecen en silencio.
-¿Qué tal te va?-pregunta él sin apartar la vista
del mar.
-Bien…bueno…yo…
Él sonríe.
-Ya sé que esperabas una pensión al uso. Normalita.
Con algún huésped, sin demasiado ruido…
-Digamos que mi idea de cómo funciona una pensión se
basa más en lo que he leído en algunas novelas que…
Él sonríe
-Pareces una chica más de hotel que de pensión.
-Una chica –no puede evitar una carcajada- hacía
tiempo que no me llamaba así.
-Me gusta…
-¿El qué?
-Cuando sonríes. En dos semanas no te he visto
sonreír en ningún momento. Ya me dijo Clara que…
-Si…digamos que estoy en fase de búsqueda…
-No resulta sencillo
-Con vosotros alrededor no tengo demasiado tiempo
para pensar.
-Lo siento, ya sé que resultamos…un poco…
-Diferentes. Manuel me contó el domingo en la playa casi
todo sobre vosotros.
-Menos mal que fue “casi”… -por un momento deja de
sonreír- lo hemos pasado mal, muy mal antes de encontrarnos. No sabría decirte cuál
de todos llegó más tocado. Pero cuando llegó Alicia, dejamos de lamentarnos y nos
pusimos en marcha.
-Creo que lo habéis conseguido.
-Ella lo vale todo. Es nuestro centro de gravedad. Tú
le caes bien.
-Me alegro. Es preciosa.
-Se parece mucho a su madre.
De nuevo se quedan en silencio.
-Pero no te he traído para hablar de esto. Verás me
ha comentado Clara que eres una gran lectora.
-Sí. Cada uno tiene una pasión o una vía de escape
según se mire, y los libros son la mía.
-Necesito tu ayuda… digamos que con el apartamento
en el que vivimos Alicia y yo heredé también una cantidad de libros que ocupan
un par de habitaciones. Y necesito que alguien ponga un poco de orden.
-Por mi perfecto. Desde que llegué intento ir a la
biblioteca pública.
-Si quieres puedes empezar mañana, después del
desayuno. Sin prisa. Quiero decir que a tu ritmo. Que yo no quiero que creas…
-Tranquilo. Digamos que es un favor mutuo…tu pones
un poco de orden en tus libros y yo lo paso en grande. ¿Y cuando acabe, que
harás con ellos?
-He pensado que podría donar algunos a la biblioteca
infantil del barrio. Y el resto que estén a disposición de todos y
especialmente para que Alicia pueda consultarlos en el futuro. Me gustaría que
comprendiese que no todo está en internet, que los libros son algo valioso,
necesario.
-Tengo una idea… ¿Qué te parece si le pido a Alicia
que me ayude en alguna ocasión?
-Buena idea… tu decidirás cuando y como. Y ahora,
creo que ha llegado el momento de volver. Inés seguro que ha preparado ya la
comida. ¿Vamos?
Se levantan del banco y regresan caminando al coche.
Una vez dentro y mientras él lo pone en marcha, es incapaz de dejar de mirar el
paisaje.
-Es una maravilla –parece que le ha leído el
pensamiento- el mejor lugar desde el que disfrutar de las vistas. Está
demasiado alto como para que el alcalde considere la posibilidad de construir
alguno de sus desastres urbanísticos. Bueno, por lo menos hasta ahora.
-Pues me alegro porque sería un crimen que alguien
estropease este sitio.
Dejan atrás mirador y entran en la avenida que lleva
al centro de la ciudad.
Ella duda pero se decide.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Sí… ¿Dime?
-¿Cómo conociste a Clara?
Él sonríe.
-Vaya pensaba que sería sobre algo más comprometido –no
deja de sonreír- Digamos que nuestra Clara me salvó de mí mismo. Hace veinte
años que somos amigos. Nos conocimos cuando yo vivía en vuestra ciudad. Digamos
que no pasaba por el mejor momento. Clara era mi compañera de departamento. La
noche en que toqué fondo definitivamente me acogió en su casa, sin hacer
preguntas y me cuidó hasta que recobré mi condición humana. Un mes más tarde mi
tío murió y regresé convirtiéndome en propietario de una pensión destartalada y
un piso de soltero en la planta de abajo. Clara me visitó varios fines de
semana, ayudándome incluso con la decoración, a poner orden… yo no necesitaba
la pensión para vivir sigo con mi trabajo. Pero algo me obligó a conservarla.
Luego llegaron los demás y al final Alicia. Así que cuando Clara supo lo que
planeabas pensó que aquí estarías bien, encontrarías un punto de partida…y eso
es todo.
Ella tarda un poco en responder.
-Muy propio de Clara. Siempre dispuesta a ayudar.
-Si estoy cuerdo y vivo es gracias a ella.
-Y en mi caso tú has contribuido a que pueda vivir
de nuevo.
-No exageres. Eso es una decisión personal. Lo único
que necesitamos además de ese instinto de supervivencia es contar con ayuda.
Así que como yo lo conseguí gracias a Clara y a otra gente, creo que lo justo
es hacer lo mismo por quien lo necesite.
-Vaya, me he quedado sin palabras.
-Eso es que tienes hambre… -vuelve a sonreír de
nuevo- Justo a tiempo, estamos en casa.
Como esperaban Inés había preparado la comida. Comieron
solo los tres porque el resto se había quedado en el trabajo y Alicia comía en la
escuela.
Después del café bajaron para que ella echase un
vistazo a los libros y más tarde fueron a recoger a Alicia.
Entre meriendas, deberes, charlas y juegos llegaron
los demás y el día acabó de forma perfecta. Había sido uno de los mejores días
de su vida.
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