sábado, 15 de marzo de 2014

ALFA&OMEGA. MAÑANA






Es nueva en la ciudad. Llega con la idea de empezar una nueva etapa en su vida. Siguiendo el consejo de una amiga viaja con una maleta en la que únicamente cabe lo que es capaz de cargar. Construirá los nuevos capítulos de su vida con lo más preciso. Ni muebles, ni cuadros, ni pequeños objetos. 
Tan solo las prendas de ropa que resulten precisas, útiles de higiene personal, algunos fármacos que son necesarios para que su cuerpo funcione de forma más o menos aceptable. Y entre la ropa una libreta en blanco y un puñado de bolígrafos y lápices, que le permitan mantener sus dedos ágiles, el alma ocupada y la cordura intacta. Ha bajado del tren antes del atardecer. 

Consulta el plano de la ciudad desconocida e intenta encontrar la ruta que le lleve a la pensión en la que otra amiga le dijo que por poco dinero puede disfrutar de una cama relativamente cómoda, sabanas limpias, un pequeño aseo y la discreción necesaria para pasar desapercibida en los primeros días mientras se reconstruye, mientras se busca y se recupera. No sabe cuanto tardará en lograrlo pero está decidida a ello. Encontrarse, reencontrarse, conocerse y reconocerse. 

Como no logra orientarse con el mapa de su nueva ciudad, pregunta a un hombre de mediana edad que le parece que espera a alguien que está a punto de llegar a la ciudad. El hombre es agradable y paciente. Le muestra el recorrido más corto para llegar a la pensión. Ella le da las gracias, se despide, coge la maleta y sale de la estación. La ciudad ya está a punto de retirarse. El sol se ha puesto. Con el mapa en una mano y la maleta en la otra camina lentamente, fijándose en todos los detalles que tal le vez le sirvan de referencia en el futuro. 

Después de avanzar y retroceder, dudar y preguntar a varios transeúntes, durante media hora, llega al portal del edificio en el que se encuentra la pensión. Busca en el interfono y encuentra el nombre de la pensión, lo pulsa. Le responden rápidamente y le abren la puerta de entrada. Sonríe cuando descubre que el edificio tiene ascensor. Abre la puerta, deja la maleta en el suelo y pulsa el botón del tercer piso. Es un trayecto corto. Pero le da tiempo a relajarse por primera vez en meses. Al llegar a la tercera planta, el ascensor pega un par de saltitos y se detiene. 

Antes de que pueda coger la maleta alguien abre la puerta desde el rellano. Es un hombre de unos 40 años que le da la bienvenida, coge la maleta del suelo del ascensor y le cede el paso. Entran en el piso y el hombre cierra la puerta con suavidad. Se situa detrás de un pequeño escritorio y la invita a sentarse. En ese momento por primera vez es consciente de lo cansada que está. El hombre le comenta que tiene tres habitaciones libres y que puede ocupar la que mejor le parezca esa misma noche. Ella le comenta que una amiga común le ha recomendado el lugar y le entrega una nota. El hombre la lee y sonríe. Su actitud cambia. Se relaja. Su sonrisa es más luminosa y sus ojos son más amables si eso es posible. 

Le dice que la mejor habitación para ella, es interior, muy tranquila, tiene un pequeño cuarto de aseo con ducha y está bien orientada. Si le parece la acompañará a la habitación para que ella decida y en caso de que le interese, mientras se instala le preparará un pequeño refrigerio. Los detalles administrativos, como inscribirla en el registro de clientes y otras cuestiones, mejor los dejan para el día siguiente. 

A ella le parece una idea genial, una muy buena idea. El coge de nuevo su maleta y ella le sigue. El hombre abre la puerta de la habitación y conecta el interruptor. Tenía razón. La habitación es sencilla, limpia y acogedora. El hombre deja la maleta sobre una silla y le dice que se tome su tiempo, que no hay prisa. Cuando esté preparada, él la esperará en el comedor con la cena. Sonríe de nuevo y se va, cerrando la puerta con suavidad. 

Ella se sienta en la cama y suspira largamente. No sabe porque pero ha estado conteniendo la respiración. Ahora ya no hay motivo para estar alerta. Está lejos, muy lejos de casa. Todo y nada importa. Solo se tiene a ella para continuar caminando. Alfa y Omega. El Prologo. Mañana empezará a escribir el primer capítulo. Mañana. 

Blanca Fernández

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