jueves, 15 de mayo de 2014

QUIEN TE RECORDARÁ...





Lleva menos de 24 horas de reposo y ya está harta, cansada, agobiada. Todos la cuidan, se preocupan por ella… y aunque lo agradece hace tiempo que descubrió que es mejor cuidadora que paciente. 

No es una cuestión de “orgullo”, es una cuestión de incomodidad, timidez. No le gusta molestar. 

Por eso le gustan las nuevas tecnologías. Porque permiten que dejes mensajes y que otros los reciban y los respondan cuando puedan y si la respuesta llega cuando no estás conectada mejor.

Sus amigas más íntimas, aquellas que la conocían desde el parvulario conocían su “pequeño problema de comunicación” y siempre que planeaban una salida, una fiesta, una actividad, tomaban la iniciativa y la llamaban facilitando que participase. 

Era habitual que cuando se relacionaba con alguien, esta persona pasado un tiempo le confesara que al conocerla la primera impresión había sido negativa. 

La gente pensaba que era fría, altiva, orgullosa… y tan solo era tímida. 

Por eso se siente incómoda al pensar que debe guardar reposo un par de días más. No es nada grave pero reducir la actividad es aconsejable. 

Inés le ha prestado una revista de las que la abuela llamaba de “peluquería”. Al recordar a la abuela sonríe. No aprendió nunca a leer ni a escribir y cuando la aprendiza de la peluquera le ofrecía una revista para matar el rato mientras estaba bajo el secador, ella le decía “gracias niña, pero es que me he dejado las gafas de leer en casa”. Era una superviviente, una auténtica superviviente. 

Por segunda vez en pocos segundos descarta un pensamiento melancólico y centra su atención en la portada de la revista de “peluquería”. 

Excepto las páginas dedicadas a recetas de cocina y cuatro temas más…no comprende como tanta gente ociosa puede generar tanto ruido, tanto interés…nunca lo ha comprendido. 
Lo cierto es que no aportan nada socialmente. No escriben libros, ni participan en proyectos científicos… transitan por la vida de fiesta en fiesta, de evento en evento, de alfombra de lujo a alfombra de lujo… parejas que se unen, que se rompen, que se reúnen… intimidades vendidas, amores mercadeados, adopciones, bautizos…
Y lo más fascinante era el número de lectores, seguidores…de gente que vive pendiente de estas celebridades.

Mientras reflexiona sobre todo esto, continua pasando las hojas hasta que llega a un reportaje que muestra a una “famosa” posando en todas y cada una de las estancias de su nueva casa. 
Lo que llama su atención es el dato referido a la edad de la protagonista del reportaje. 
Comprueba que la famosa es díez años más joven que ella. Lo que le sorprende y mucho, porque siempre estuvo convencida de que era mucho más mayor. La recordaba protagonizando escándalos, fiestas, rupturas y demás desde siempre. 

Y no puede evitar preguntarse…como ha hecho en otras ocasiones sobre su propia vida. 
Ha reflexionado sobre este tema en otras ocasiones. Especialmente cuando conocía la edad de algunos y algunas de sus coetáneos y comparaba su biografía con la de ellos, de ellas. Formación académica, experiencia laboral, logros conocidos. 
No le movía la envidia o la necesidad de reconocimiento. 
La movía el temor a desaparecer del mundo, a morir y que no quedase un solo vestigio de su paso por la Tierra. 
¿Cuándo ya no estuviese, la recordaría alguien, quien? 
De la gente de su sangre ya no quedaba casi nadie. Sus amigas aunque la querían, tenían sus propias familias y ella para los hijos y las hijas de sus amigas, era la “amiga de mamá, de cuando mamá iba al cole, una reliquia del pasado de mamá”. No era parte de la familia. Era la cara que aparecía en muchas de las fotos familiares pero que resultaba difícil ubicar, identificar. 

Antes de dejar la Tierra, encontraría el amor. Ese amor del que todos hablaban, bien o mal, pero hablaban, por experiencia propia. 
¿Compartiría paseos con alguien? ¿Se daría la vuelta medio dormida en la cama de madrugada y percibiría el calor de otro cuerpo conocido y querido junto a ella? ¿Llegaría a una casa y alguien la esperaría?

Miró de nuevo la cara de la famosa. Era una cara conocida, famosa, pública. Aparentemente su vida estaba resuelta. 

E igual que cuando veía a sus amigas, con sus parejas y sus hijos, y una vida que nadie decía que fuese de cuento de hadas, porque eso queda en la ficción… no podía evitar que sus pensamientos llegasen una y otra vez a la misma conclusión. 

En que parte, recodo, curva, bifurcación del camino de la vida se equivocó…es que parte tomó la decisión errónea que la llevó a vivir como hasta ahora…dando vueltas, perdida, intentando a pesar de su edad, encontrar por fin un lugar en el mundo en el que detenerse para descansar y echar raíces. Un lugar en el que detenerse y descansar hasta el día final. 

Y como siempre no encontró respuestas. Únicamente la sensación de pérdida. La extraña sensación de haber perdido lo que incluso no ha tenido, no tiene y probablemente nunca tendrá.


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